El Color del Vino

El Color del Vino

Seguramente el color del vino no sea lo que más te llame la atención cuando tienes delante una botella de vino. En parte, mejor así porque si no todo el trabajo del equipo de Marketing y de la marca habría fracasado. Es más, puede que si piensas en el color del vino también se te venga a la cabeza la clásica clasificación de vinos blancos, tintos y rosados

Pero lo cierto es que, el color del vino es importante y si sabes interpretarlo bien puede decirte muchas cosas sobre el propio vino y su proceso de elaboración. 

Así que, si te gustan los retos, eres curioso o simplemente quieres impresionar a los tuyos en la próxima cata de vinos, este artículo será tu gran aliado. ¡Vamos a ello!

¿Qué factores influyen en el color del vino?

El color del vino depende de la variedad de uva, la zona de producción y del proceso de elaboración. Ten en cuenta que el color procede de algunas sustancias que hay en la piel de las uvas. Porque la pulpa (salvo algunas excepciones) no tiene color. Tanto si es una uva tinta como si es blanca.

Son esas sustancias llamadas antocianos, flavonoides y leucoantocianos las que, durante el proceso de elaboración del vino, liberan sus pigmentos.

Clima y zona de producción

El clima de la zona donde se encuentran los viñedos influye mucho en el proceso de maduración de la uvas y por lo tanto, en su color. Veamos dos ejemplos generales para entenderlo mejor.

En los viñedos con climas más cálidos la maduración es más rápida y las uvas consiguen producir más antocianos que les aportan colores más fuertes a los vinos.

Sin embargo, en los climas más frescos la maduración sí es un rompecabezas, buscando el momento exacto en el que se consigue su punto óptimo. Es ahí donde las uvas ya han pasado su envero y han producido sus antocianos que les proporcionan los colores. Aunque de forma general, los pigmentos de las uvas serán menos intensos que en las zonas más cálidas.

Variedad de uva

Ya sabemos que el color del vino depende del clima donde están los viñedos y del proceso de vinificación, pero otro factor determinante es la variedad de uva. Ya que, cada tipo de uva tiene una composición química y unas características únicas que, por supuesto, al igual que pasa con los aromas y los sabores, afectan al color del vino.  Pensemos en dos aspectos importantes:

Los pigmentos en la piel de la uva porque es ahí donde se están los componentes que proporcionan los tonos rojos, violetas y azules al vino (como los flavonoides y los leucoantocianos).

La composición de antocianinas, que según el tipo de uva contiene un tipo u otro de antocianos y en mayor o menor cantidad. Dándole al vino colores más oscuros y profundos si contiene muchas antocianinas intensas y colores más claros y sutiles si las antocianinas son menos y más delicadas.

Proceso de elaboración

Si existe un factor determinante en el color del vino, este es el proceso de elaboración. Los enólogos pueden revisarlo y controlarlo para conseguir el tipo de vino deseado, realizando pequeñas modificaciones en cada uno de los pasos del proceso de elaboración. Desde la vendimia hasta el embotellado.

Por ejemplo, es en el proceso de “maceración” y “prensado” cuando la piel de las uvas entra en contacto con el mosto, y se diluyen los pigmentos de la piel (esas antocianinas de las que hablamos) con la parte líquida del mosto. De forma que, en función del tiempo que estén contacto, se conseguirán colores más o menos intensos. Para lo vinos blancos el prensado directo o una breve maceración corta con los hollejos, es lo que les permite extraer el color de forma más controlada.

Pero el proceso no termina ahí, durante la fermentación los pigmentos resultantes de la maceración van cogiendo más peso a medida que las levaduras convierten el azúcar en alcohol. También se pueden controlar jugando con el tiempo de fermentación y con la temperatura.

Lo mismo ocurriría con el proceso de envejecimiento y su posterior clarificación y filtración, en aquellos vinos en lo que se considere necesario. Durante el envejecimiento, el color puede cambiar tanto si se realiza en tanques de acero, barricas de madera o incluso en botella. 

El color del vino tinto

Aunque a primera vista es difícil de percibir o no todo el mundo lo tenga claro, hay una amplia gama de colores en los vinos tintos. Una gama que también tiene en cuenta la intensidad o la capa (la opacidad) dentro un mismo color.

Así de forma general, podemos hablar de cuatro colores básicos fáciles de identificar dentro de los vinos tintos: el rojo púrpura, rubí, granate o anaranjado. Como hemos hablado, que tengan un color u otro dependerá del tipo de uva y del proceso de elaboración. Pero, si buscamos algunas “reglas” o tendencias que se suelen cumplir, podemos decir que:

Si el vino tiene más taninos el color rojo será más vivo y que, en los vinos tintos jóvenes los tonos son más brillantes, vivos, con una capa intensa hacia los tonos del color rojo y del púrpura. Sin embargo, para los vinos con más crianza los colores son más oscuros y profundos.

También podemos apreciar diferencias de color entre las variedades de uvas, como pasa con la uva Tempranillo y la Mencía. Los vinos Tempranillo tienden a tener un color más intenso y oscuro en comparación con la uva Mencía, sobre todo en las categorías vinos con crianza y reserva.

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El color del vino blanco

El color de los vinos blancos suele llamar mucho más la atención que en el caso de los tintos. Sobre todo, ahora que sabemos que el interior de la uva no es el que proporciona el color, sino que es en la piel donde se encuentran los pigmentos. Visto desde esa perspectiva conseguir los colores de los vinos blancos o de algún rosado resulta más interesante.

En líneas generales, los colores de los vinos blancos van desde los tonos amarillos hasta los verdosos. Pasando por colores como el ámbar o el dorado. De hecho, como en el caso de los vinos tintos, también podemos hablar de algunas tendencias generales.

Por ejemplo, los vinos más jóvenes tienen colores pálidos y transparentes en las tonalidades verdosas o amarillas. Sin embargo, los blancos que van envejeciendo consiguen colores más dorados y ámbar.

Algo curioso ocurre si comparamos dos variedades de uvas con condiciones climáticas tan distintas como son la uva Verdejo, propia de la Región de Rueda y la Albariño, de las Rías Baixas. Ambos vinos suelen tener tonalidades verdosas y amarillas, con toques más pálidos o destellos dorados dependiendo del proceso de elaboración de cada uno de ellos.

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El color del vino rosado

De todos los tipos de vinos, el color de los vinos rosados suele ser el que más curiosidad nos produce.  Porque todavía hay gente que piensa que siempre se elaboran combinando variedades blancas y tintas. Pero, lo cierto es que se pueden elaborar tanto con tintas como con blancas y que el color dependerá del tiempo que estén en contacto las pieles con el mosto durante el proceso de elaboración. Cuanto más tiempo, más intenso será el color.

En líneas generales, los colores de los vinos rosados van desde pálidos rosados hasta rosas más fucsia. Todo depende del proceso de elaboración, el tiempo de maceración, y la edad, tal y como hemos visto en los factores que influyen en el color del vino. Hay vinos más jóvenes y otros que cuentan con un periodo de crianza para conseguir sabores y aromas diferentes. Por ejemplo, con el paso del tiempo, suelen evolucionar hacia colores más anaranjados, llegando hasta los naranjas más delicados o amarillos.

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¿En que afecta el color del vino?

El color del vino afecta a todas sus características. Cambia la percepción del mismo, y las sensaciones que nos genera a cada persona a través de los sentidos.

Por ejemplo, a simple vista, sus colores son distintos y pueden hacer que el vino nos parezca más o menos atractivo si tiene un color más brillante, si es más o menos opaco, etc. Permitiéndonos hacer una idea de cómo puede ser ese vino.

Esas pistas que nos aporta el color nos ayuda a identificarlo mejor. Por ejemplo, saber si es un vino joven o si tiene crianza y en función de ello también nos crearemos unas expectativas sobre la estructura y el sabor del vino.

En definitiva, en el caso del vino, la primera impresión siempre cuenta.